Vamos a parar un poco con tanto viaje no vaya a ser que nos mareemos. Hoy toca bichito.
El segundo problema es que, si se quiere que la foto tenga volumen, lo ideal es que el flash esté situado fuera de la cámara, para lo cuál existen unos soportes que unen flash y cámara, parecidos a los que vemos a algunos fotógrafos en las bodas. Soportes que, naturalmente, yo no tengo.
Así que, si quiero iluminar lateralmente, no me queda otra que agarrar el flash con una mano y la cámara con la otra (sólo tengo dos). Claro que, sostener con una mano una cámara de 1 kg más un objetivo de 105mm y lograr enfocar sin otra opción (no hay más manos) que acercar y alejar la cámara del motivo, tiene su aquel. Y más en un tipo de fotografía donde si la cámara se desplaza un par de milímetros es desastroso para el foco, ya que la profundidad de campo es extremadamente reducida.
De esta guisa he fotografiado a Mijaíl, al que veis aquí cenando. Cenando y hundiendo su hocico como un cerdo en esta florecilla como si en ello le fuera la vida. Jamás hubiese esperado semejantes modales en un abejorro. ¡Por supuesto que tuvo que escucharme!
Qué tiempos, santo dios...
