14/10/17

El increíble doctor Carcamalillo


(Aviso ya que la entrada va a ser larga y de carácter técnico, así que quien no guste de estas cosas puede irse a hacer algo interesante, por ejemplo merendar.)

Aún ahora, cuando empiezo a escribir esta entrada, sudores fríos recorren mi espalda. No podré olvidar esto fácilmente, pero hay que ser valiente.Tengo que contarlo. Una imagen (en este caso, seis) vale más que mil palabras:



Sí. Esa cosa que aparece en las fotos es mi Canon 7D en la mesa del quirófano. Una operación a vida o muerte. Tensión  a flor de piel.

Afortunadamente, la inapreciable intervención de un virtuoso aún poco reconocido del destornillador de estrella resolvió la situación con una solvencia admirable. No es coña. Hay que tener todo bien puesto para meterse en estos fregados. Al doctor Carcamalillo no le tembló el pulso.

 Gracias, artista.

En agosto de 2010, y tras cargarme estúpidamente el sensor de un Canon 350D, compré mi actual cámara réflex: una Canon 7D. A través de Internet conseguí el cuerpo en una tienda andorrana por algo más de 1.300 €, que no estaba nada mal para una cámara del segundo nivel de Canon, tras las 1D y 5D.

Mi cámara utiliza tarjetas de memoria del tipo "CompactFlash". Son bastante más grandes y rápidas que las SD habituales y tienen un montón de agujeritos en los que deben encajar otros tantos conectores metálicos alargados de la unidad lectora/grabadora. Pues bien, hace cosa de un mes, y en circunstancias que no vienen al caso, al insertar la tarjeta en la ranura de mi cámara uno de los conectores metálicos de la unidad se dobló y quedó finalmente aplastado, con lo que no se podían leer ni grabar datos en la tarjeta y la cámara dejó de funcionar. En la siguiente imagen se muestra el conector doblado:

Es increíble, pero el arreglo de esta mierda de avería en el servicio de asistencia técnica (SAT) de Canon sale ¡por más de 500 €!   . Una coña, vamos. Por ese precio se empiezan a encontrar en la actualidad unidades de segunda mano, sobre todo desde que apareció la segunda generación del modelo (MarkII).

Últimamente utilizo bastante poco la 7D, ya que me he ido pasando al sistema micro 4/3, muchísimo más portable y con resultados más que satisfactorios para el peso de la cacharrada que llevas encima, así que no entraba en mis planes renovar mi réflex. Aún así, hay varias situaciones fotográficas en las que escogería sin duda la 7D. Además tengo unos cuantos objetivos para esta cámara y, ¡qué carajo!, es mi cámara y le tengo cariño. Claro que 500 €...

Así que tras algo de investigación, comprobé que existen varios tutoriales en Internet (como éste y este otro) que muestran como sustituir la pieza que aparece en la imagen de arriba, y que la propia pieza se puede conseguir por unos 34 dólares.

Por tanto, ¿qué era lo único que faltaba? Pues una persona de absoluta confianza, con las suficientes habilidad, paciencia, delicadeza e interés que requería el asunto. Afortunadísimamente, no tuve ni que salir de casa para encontrar a esa persona. Aquí entra en juego el protagonista de esta historia: el Carcamalillo. ¡Un artista del arabesco mecánico y del pespunte electrónico! Este chaval llegará lejos...

Tras algunas incidencias, y después de hacernos con los bisturíes adecuados, entramos en quirófano. No sé si alguna vez habrás visto el interior de una cámara réflex actual. Como prácticamente todos los cacharros que nos rodean hoy en día, es un ordenador orientado a una tarea concreta, en este caso obtener imágenes con la mejor calidad posible. Las fotos que vienen a continuación (vuelvo a sudar cuando las veo) muestran algunas de las fases de la operación:

1.- El paciente en la mesa de operaciones, sin anestesia ni "na". Por cierto, como se puede apreciar, un cerdo el tío  :

2.-El primer paso es retirar la tapa posterior de la cámara, en la que va incluida la pantalla con el consiguiente conector. Nueve o diez tornillos, algunos ocultos debajo del cuero. (Empiezan los sudores fríos.)

3.- En el siguiente paso se desmonta la placa metálica que protege a los dos microprocesadores DIGIC IV que son el corazón de la cámara. (Mi ritmo cardíaco se acelera y noto convulsiones en las piernas.)

4.- Llega lo más delicado: hay que retirar la "placa base" de la cámara, para lo que hay que liberar ocho conectores electrónicos de un tamaño minúsculo y del espesor de un papel, y extraer otros cinco o seis tornillos. (Grito, llamando a mi mamá.)

Y ahí está, la puta unidad de la tarjeta de memoria, marcada en rojo en la imagen.

 5.- Finalmente se puede extraer la citada unidad para sustituir los malditos conectores que incluye.

Evidentemente, el asunto no concluye aquí, ya que no se puede dejar al paciente destripado encima de la mesa, así que toca llevar a cabo todo el proceso a la inversa, lo que conlleva tanto o más trabajo que el procedimiento anterior: colocar todo en su sitio, volver a conectar toda la electrónica, etc...

Diagnóstico final: tras algunas pequeñas incidencias resueltas por el método de volver a abrir, revisar y volver a cerrar un par de veces, la cámara funciona correctamente. No os podéis imaginar qué putas las pasé durante todo el proceso, pero el resultado final fue perfecto.

Acabo ya. En las películas "yankis" es muy típica la escena del padre que le compra al hijo un coche desvencijado y ambos se pasan largas tardes poniéndolo a tono en el granero, en un ambiente de camaradería masculina. Esto ha sido algo parecido, pero en un entorno "micro" donde la finura y las habilidades mental y manual son imprescindibles. Todavía no salgo de mi asombro ante el trabajo del cirujano Carcamalillo , pues mi papel fue poco más que el de auxiliar de instrumentación.

Esta historia quedará para la posteridad en el entorno carcamalesco, lo mismo que mi agradecimiento al protagonista Ahora, necesito descansar.

Un saludo.

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